Viaje por Sudamerica
Mis pasiones han sido mi familia, los viajes, el cielo, la luna, un mango dulce, el temazcal, los colores, las sonrisas, los ojos, el agua, la tierra, las texturas y las fibras naturales.
“Viajo al sur porque necesito llenarme de encuentros, experiencias y aprendizajes. Porque puedo y me permito experimentar, admirar, reconocer, soltar lo conocido para llenarme de lo nuevo, llenarme de vida. Porque quiero escucharme y recordarme de nuevo.”
Esto lo escribí cuando decidí hacer “Mi viaje al Sur”, acompañada de mi hijo Luca de 11 años, con una mochila ligera, viajamos desde Brasil, pasando por Uruguay, Argentina, Bolivia, Perú y Chile.
Para mí era muy importante vivir esta experiencia, conocer otras culturas y sobre todo hacer una investigación para encontrar nuevos materiales, principalmente textiles. Fue increíble la diversidad de colores y texturas, sobre todo en Bolivia y Perú donde tienen una maestría y sensibilidad única al tejer. Recorrimos mercados y talleres donde los artesanos nos mostraron sus creaciones. Disfrutamos hermosos paisajes, montañas y lagos, vencimos tempestades y algún mal encarado por ahí. Nos llenamos de buenos relatos y grandes personas que coincidieron en nuestro camino, la ayuda y sonrisa de la gente nos hacía confiar y seguir.
En Brasil, que fue el primer país al que llegamos, tuve la oportunidad de trabajar y aprender técnicas de acabados de tierra en Tibá, donde estuve más de 2 meses.
Brasil, es un país mágico lleno de alegría y música, con una gran influencia Africana, que se puede apreciar en sus colores y estilos.Su gente tiene una gran y estrecha relación con el sol, la playa y el mar.
De Brasil volamos hasta Montevideo, Uruguay, la punta del este de Sudamérica. Donde los cielos y vientos se hacen poderosos y la majestuosidad de su mar y sus rocas se mostraron en Cabo Polonio, hermoso lugar con un un faro misterioso. Lugar donde hay una importante reserva de lobos marinos.
Colonia y Montevideo ciudades amables, bien organizadas y limpias.
Algo que hacía en todos mis recorridos, era buscar bazares o mercados de antigüedades, una costumbre muy mía que no puedo dejar de hacer a donde quiera que vaya. Disfruto y me nutro de diferentes estilos, en Tistán Navaja en el centro de Montevideo encontré lugares mágicos llenos de cosas muy especiales.
Viajamos en ferry por el Río de la Plata que une a la Cd. de Montevideo con Buenos Aires, Argentina. Ya en Buenos Aires, caminamos mucho por Boca y Recoleta y la famosa esquina donde se recuerdan esas noches de Tango en Caminito.
Tomamos un tren rumbo al norte de Argentina, pasando por Córdoba vimos paisajes llenos de ríos, páramos en Calamuchita para tomar sus frescas aguas.
En Atamisqui, Santiago del Estero comencé a ver más trabajos de tejidos, con las lanas merino, muy suaves y especiales.
En el camino a Tucumán nos deleitamos con las grandes montañas y caminos llenos de llamas, animales con un gran pelaje de donde proviene la Alpaca, es la fibra natural que más me gusta por su suavidad y resistencia. Con ganas de llevarme el animalito a casa, sobre todo para el Invierno.
En Salta,Tilcara apreciamos la montaña de los siete colores y los textiles se mostraban en los caminos con un gran colorido y diseños.
En Cafayate visite los viñedos, con grandes bodegas y con una gran variedad de vinos de mesa. También observamos una gran cantidad de cabras donde los quesos que procesan son una maravilla.
Al llegar a Jujuy, Humahuaca visité varios talleres donde además de ver las lanas y alpacas colgadas en los grandes corredores, pude conversar con tejedores entusiasmados por compartir su técnica y sabiduría milenaria. Gente con una gran experiencia en telares, hilos y teñidos naturales, pasé varias horas escuchando y preguntando, no podía dejar de escuchar la información tan valiosa que me estaban dando.
Cansados pero con muchas ganas de seguir llegamos a la frontera de Villazón - La Quiaca, Bolivia. Fuimos directo a Potosí, una de las ciudades más reconocidas por sus minas de plata, al llegar ahí sufrimos una descompensación muy fuerte ya que estábamos a 4,067 metros de altura. Ahora entiendo porque los Bolivianos siempre traen la hoja de Coca en la boca.
Comenzamos a subir y llegamos al Salar de Uyuni, en medio de los Andes en el Sur, es la salina más grande del mundo. Es el legado de un lago prehistórico que se secó y dejó un paisaje desértico de casi 11,000 Km2 de sal blanca con 3,663 m de altura. Parecía estar en la luna, todo blanco, para cualquier lado que volteara todo era blanco y el reflejo del sol era muy brillante y potente.
Tuvimos la experiencia de pasar dos noches en un hotel de sal. Los bloques y pisos, las mesas y las bases de cama, todo era de sal.
Seguimos subiendo hasta llegar a La Paz, capital de Bolivia, ciudad con mucha historia y grandes mercados de artesanías, ahí me di a la tarea de hacer un trabajo de selección de textiles para usarlos a mi regreso a México para mis creaciones. Fueron 8 bolsas grandes que mandé por correo que tardaron 6 meses en llegar a mi taller en Atotonilco, Gto.
Me divertí y aprendí mucho de técnicas, la gente no era tan amable pero de vez en cuando había alguien que hacía la diferencia, país muy duro y con mucha pobreza. Me recordo un poco a India, donde hay mucha espiritualidad pero en las calles muy fuerte realidad.
Casi llegando a la frontera con Perú se encuentra el Lago Titicaca, ahí tomamos una barca que nos llevó a la Isla del Sol, famosa por su origen Inca donde se encuentran las ruinas laberínticas de Chincana. Se dice que la Roca Sagrada es el lugar de origen de los Incas.
Recorrimos toda la isla, encontramos paisajes míticos, de esos que son difíciles de explicar con palabras.
Muy cerca de ahí, ya en Perú están las islas flotantes de los Uros en Puno, son un conjunto de superficies artificiales habitables construidas por totora, una planta acuática que crece en la superficie del lago Titicaca. Navegamos observando a los habitantes en estas balsas naturales.
En nuestro trayecto, ya en tierras Incas, llegamos a Cusco, ciudad hermosa llena de mercados con una variedad increíble de maíz y papas, me recordó mucho a México con una riqueza de aromas, vegetales y frutas.
Y dentro de la ciudad están las ruinas de Sacsayhuamán, una de las edificaciones más asombrosas de todo el mundo, estructuras de hasta 125 toneladas, no puedo imaginar cómo lograron cargar estas piedras.
En el mercado de Cusco también me di el gozo de platicar con artesanos y escoger textiles antiguos, con una variedad impresionantes de hilos y texturas, pasé mucho tiempo apreciando tanta belleza, tengo muchas ganas de regresar para adquirir más material.
Tomamos el tren desde Cusco a Aguas Calientes, Machu Picchu. Increíble recorrido por la cordillera oriental, en la cadena montañosa de Los Andes a 2430 m de altura, lugar sagrado para los Incas. Gran caminata para llegar hasta ahí, majestuosas pirámides que los Incas hicieron, paisajes donde se alcanza a ver todas las cordilleras llenas de vegetación.
Regresamos a Cusco y tomamos un avión a Santiago de Chile donde los Andes nos esperaban para hacer un recorrido por San Pedro de Atacama al norte de Chile. Es la entrada a uno de los desiertos más grandes y el más árido del mundo, visitamos los géiseres del Tatio a 4,200 m de altura, el valle de la Luna y la reserva nacional de los Flamencos. Lugares de gran impacto natural.
Muy agradecida y satisfecha por haber hecho el intento de moverme, de mostrarle a mi hijo lo que hay para ver y seguir entendiendo a través de mis ojos la grandeza de la naturaleza que nos conecta con Dios.